Khadija Ryadi (Taroundant, 1960) recuerda una de las lecciones que su padre, Hocine Ryadi, le dio siendo niña: “Tenemos que ser conscientes de que todos tenemos una misión en esta vida, un papel que desempeñar. Uno no vive para sí mismo, sino que forma parte de un país, de la Humanidad”. Esta sería la primera gran enseñanza de su progenitor, un antiguo resistente al régimen que pasó cuatro meses en prisión y fue torturado por la policía por oponerse a la descolonización de Marruecos. “Mi madre era la que nos contaba las torturas que había sufrido. Yo era la pequeña de dos hermanos cuando mi padre salió de prisión. Tuve la suerte de crecer sin el trauma de tenerlo lejos de mí, como otros colegas que he conocido después y que se vieron privados de ellos durante su infancia”. Su familia, pronto se trasladaría a vivir a Rabat, desde la región de Agadir, y después vendrían cuatro hermanos más que también conocerían las torturas paternas a través del relato materno.
En la adolescencia es cuando Ryadi se da cuenta de su deseo de formar parte activa de las reivindicaciones de la sociedad marroquí, cuando vivía las injusticias que se sufren por el simple hecho de ser mujer en Marruecos. “Sin entenderlo bien, supe que quería cambiar esa realidad”, asegura la activista, que está de paso por España para presentar el informe en el que Amnistía Internacional denuncia 173 casos de tortura y malos tratos en Marruecos en los últimos cuatro años. Con el paso del tiempo, Kadhija Ryadi se convertiría en la primera mujer presidenta de la Asociación Marroquí de Derechos Humanos (AMDH) en 2007 y, desde que dejara su cargo en 2013, es miembro de la comisión administrativa de la organización, además de estar vinculada a otras asociaciones que luchan por los Derechos Humanos en Marruecos. “En 1983 entré a formar parte de AMDH, atraída por su principio de universalidad y su defensa de los Derechos Humanos, basado en que todas las personas somos iguales sin hacer diferenciación de sexo, edad, raza, o religión. Creo que mientras que haya alguien que sufre torturas, toda la humanidad las sufre”.
Uno de los cometidos, explica Ryadi, de la AMDH, con más de 12.000 socios en Marruecos, es la de ejercer presión para que se investiguen las torturas y el maltrato policial, además de dar apoyo jurídico, con su equipo de abogados, a las víctimas para que se sientan arropados al testimoniar. “Si hubiera una prioridad sería el derecho a la Justicia, porque cuando falta bloquea el desarrollo de todos los demás. Esta en Marruecos ha sido hasta ahora una herramienta del Gobierno para justificar sus abusos. Si una víctima no puede pedir la defensa de sus derechos, no puede haber otro derechos que se hagan realidad”.
Desde su experiencia de más de 30 años como defensora desde AMDH y también como líder de la Coordinadora Magrebí de Organizaciones de Derechos Humanos (CMODH) cree que es necesario aunar fuerzas para luchar contra la tortura. “Todos estamos trabajando para que Marruecos respete los compromisos que ha adoptado. Hay muchas leyes que son de cara a la galería para mostrar a los socios europeos y de Naciones Unidas que Marruecos es un país democrático, pero en la práctica no es cierto. Se niegan los derechos y libertades a diario. En Marruecos hay tortura porque hay impunidad. Los jueces no pueden perseguir a los autores y ni siquiera pueden ordenar investigaciones para saber de donde proceden. Está lejos de ser un Estado de Derecho como pretenden hacer creer las autoridades marroquíes. Solo consiguiendo un Estado de derecho se conseguirá acabar con ella”.
Sabe que desde dentro es difícil cambiar las cosas, porque considera que quién lo ha intentado ha, incluso, justificado los abusos y las violaciones de los Derechos Humanos una vez en el poder. Por eso ella, desde su puesto como funcionaria en el ministerio de Finanzas marroquí, tiene claro cuando acaba su jornada ministerial y cuando empieza la de activista, que está separada una de otra. Un motivo para seguir luchando y que le dio mucho aliento y energía, reconoce, fue recibir el premio de Derechos Humanos de Naciones Unidas en 2013 por su activismo en diferentes ámbitos: “No puedo imaginar que mi figura pueda estar a la altura de Nelson Mandela, que recibió el mismo premio, pero sí que fue un reconocimiento a todas las mujeres militantes marroquíes”, reconoce Ryadi, en un momento en el que AMDH atravesaba, en su largo historial desde 1979, un proceso abierto de difamación y presiones por parte del Gobierno marroquí. “Nuestra labor se reconoció internacionalmente. Eso me hizo sentir más responsable para seguir en la lucha”, explica, cuando recuerda cómo a su vuelta de Nueva York tras recoger el galardón muchos marroquíes la esperaban para felicitarla. “El premio se hizo extensivo a los miles de marroquíes que luchan por las libertades”.
Unas libertades, que para Ryadi, se ven amenazadas de distinta manera a las que vivió en su primera etapa como activista. Ahora, explica, hay nuevos métodos de intimidación a los jóvenes militantes, coartando su libertad de expresión, a través del ataque a las páginas webs de las asociaciones, cuentas de Facebook, y el espionaje a los correos electrónicos, para poder atacarlos “sin dejar huella”, como se explica en el informe Los ojos del poder, desde la Asociación de Derechos Digitales marroquí, al que hace referencia Ryadi. La activista reconoce que a pesar de no haber sufrido amenazas directas ni personales, sí que era un blanco fácil mientras ocupaba el puesto de presidenta en la AMDH. “Estábamos en el punto de mira como líderes de asociaciones a la hora de recibir golpes en las manifestaciones. Era una forma de decirle a los jóvenes militantes: “¡Cuidado!, mira lo que hacemos con vuestro líderes, les pegamos y los tiramos al suelo”.
Esta licenciada en Ingeniería no olvida sus primeros años de efervescencia social tras su adhesión a la Unión Nacional de Estudiantes, en una época, recuerda, en la que este sindicato pudo volver a la actividad, después de cinco años de prohibición. “Había muchos debates políticos, y fue ahí donde entendí que todo está vinculado, que las injusticias, la desigualdad de género y la situación de pobreza son producto de la falta de democracia y de respeto a los Derechos Humanos. Como muchos otros marroquíes en ese momento decidí que tenía que asumir mi responsabilidad y convertirme en un militante más para hacer posible que cambiaran las cosas en Marruecos”. De esos años, Ryadi recuerda que también fueron claves para que su padre asumiera que ella seguiría su camino en la defensa de los Derechos Humanos. “Siempre me protegió mucho, no quería que saliera o viajara sola, pero una vez conoció nuestras ideas, supe que se sentía orgulloso de que siguiera su estela y me permitió viajar y conocer a más gente. Era el primero en darme consejos para que no me detuviesen”.
Pero ahora es ella a la que le toca dar consejos. En concreto a su hijo menor, Montasser Drissi, uno de los jóvenes líderes que encabezaron la primavera árabe en Marruecos. Ryadi recuerda, con una sonrisa pintada en la cara, como su vástago es uno de los artífices de un vídeo que llamó a la movilización, a través de Youtube, para las protestas del 20 de febrero de 2011, en las que se pedía una mayor apertura del régimen marroquí. Con la misma emoción recuerda, que Drissi fue de los muchos heridos en las protestas contra el indulto real de un peso español encarcelado en Marruecos por pederastia. Su otro hijo, el mayor, dice que es menos activo, pero que también comparte sus valores. “Me tranquiliza ver que mis hijos siguen este mismo camino para cambiar la sociedad y para que nuestro país avance. Los tres somos cómplices en la lucha”.